El amor!… ¡ay el amor! palabra en boca de muchos, mal utilizada y aplicada a casos en que no se corresponde, porque en el amor se requiere la pasión y el coraje para dejarse llevar por el arrobamiento en medio de un sentimiento exuberante, que impulsa la vida, la justifica y la convierte en vivible, ya que el amor todo lo justifica. El amor es energía, bienestar, motor, fuerza, ganas, satisfacción e impulso.
Nuestras reflexiones se van a circunscribir a la teoría de la “cristalización” del famoso escritor francés Stendhal, contenida en su muy conocida obra “Del Amor”, en la que para explicar el enamoramiento, ese flechazo o embrujo repentino que es atracción química, pero no es un sentimiento elevado de amor y sostiene:
“En las minas de sal de Salzburgo, se arroja a las profundidades abandonadas de la mina una rama de árbol despojada de sus hojas por el invierno; si se saca al cabo de dos o tres meses, está cubierta de cristales brillantes; las ramillas más diminutas, no más gruesas que las patas de un pajarillo, aparecen guarnecidas de infinitos diamantes, trémulos y deslumbradores; imposible de reconocer la rama primitiva.
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